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Granizo: un papelón de Netflix que atrasa décadas

El gigante del streaming presenta este despropósito que falla en cada registro que transita. Chistes retrógrados, acumulación de lugares comunes y subrayados de baja estofa; que recuerdan a lo peor del cine argentino de los los '80 y los '90.

Granizo: un papelón de Netflix que atrasa décadas

Con un contundente despliegue promocional, Netflix estrenó hace unos días Granizo, la nueva apuesta nacional protagonizada por Guillermo Francella y dirigida por el hombre de negocios que más daño le hace al cine industrial de nuestro país: Marcos Carnevale.

La premisa del film tiene en el centro de la escena a Miguel Flores (Francella), un meteorólogo que tras jactarse durante años de ser "infalible", sufre un fuerte revés en su pronóstico del clima durante el debut de su gran show en el prime televisivo. El estudioso y soberbio presentador anuncia una noche apacible con temperaturas moderadas, pero un gran tormenta con granizo produce un sinfín de destrozos y el estrellato del gurú se cae a pedazos. De manera inmediata, el protagonista es víctima del escarnio de cada persona con la que se cruza en Buenos Aires, y para pasar el difícil momento decide refugiarse en Córdoba en la casa de su hija, con quien mantiene una distante relación desde hace varios años.

Granizo es una de esas películas en las que no hay problema que estropee el resultado general de la propuesta, sino que está concebida como un despropósito de principio a fin. El film falla en cada uno de los registros que transita. El relato comienza con un intento de parodia del descarnado mundo de la televisión, pero tropieza con una seguidilla de chistes retrógrados trazados desde el costumbrismo más ramplón. Después la historia amaga con adentrarse en el terreno del sensible reencuentro entre padre e hija, inclinando la balanza hacia la más desganada acumulación de lugares comunes y subrayados de baja estofa. Como cereza del postre rancio y vencido, una secuencia con pretensiones de cine catástrofe irrumpe para intentar sacudir la pereza creativa de todo este sinsentido.

Uno de los guionistas de Granizo es Nicolás Giacobone, habitual colaborador de Alejandro González Iñárritu y coautor de Birdman, film con el que ganó el Oscar en rubro guión original. Si bien su pluma no se caracteriza por la sutileza, el nivel de chabacanería de este trabajo haría sonrojar hasta al más inexperto estudiante de cine.

Más allá de la pobre base narrativa de este producto, quien termina de darle un destino de desgracia es Marcos Canevale. El hombre detrás de embutidos como InseparablesEl fútbol o yoNo soy tu mami Corazón de león; entre otros, tiene una gran trayectoria como ejecutivo que incluye por ejemplo su desempeño como Director de Contenidos de Pol-ka. En este sentido, su labor en el cine parece estar más trazada desde las planillas de rating que desde un sustento creativo. Si bien es cierto que algunos de sus negocios disfrazados de películas han resultado muy rentables, invariablemente son una mala experiencia para la evolución de un producción industrial que ha dado una fuerte pelea para volver a conquistar al público. La propuesta de Marcos Carnevale atrasa porque oscila entre lo pueril y lo solemne, es decir los dos lastres que caracterizaron la obra de varios directores argentinos de los '80 y los '90.

Para constatar en cambio el esfuerzo que hacen otros exponentes por brindar propuestas de entretenimiento que resulten cinematográficamente dignas, no hace falta ir muy lejos. De hecho, si la idea es pasar un buen momento en Netflix con alguna película argentina reciente, un buen plan puede ser evitar las dos horas de Granizo y buscar en el menú la comedia Hoy se arregla el mundo, de Ariel Winograd, un director que entiende que plasmar una historia que honre al divertimento no es tarea de CEOs, sino de cineastas.

mdz


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